Me gustan las palabras, me encanta jugar con ellas, me gustan los dobles sentidos, las parábolas y las metáforas que construyen, no me gustan los rodeos, pero si los adornos, amo el caos pacifista y detesto el orden bélico, tolero a los intolerantes hasta que van mas allá del pensamiento, no me gusta hacer planes porque temo que estos se vean truncados, mi búsqueda es la del placer inmediato porque me parece el mayor riesgo no arriesgar, no comprendo a aquellos que no tienen curiosidad, no entiendo como se puede perder la curiosidad sin perder la vida, no congenio bien con quien no se pregunta nada trascendente por el hecho de no ser práctico, me gusta la intriga, me gustan las causas perdidas, prefiero una verdad dolorosa que una mentira piadosa, no me gusta que me den consejos, trato de evitar problemas con el prójimo pero siempre digo lo que pienso, si me atacan me defiendo, y aun así, siempre y en todo lugar... la única guerra que libro es contra mi mismo.

15 de diciembre de 2010

Azotea Interior

Safe Creative #1012158072678
Azotea Interior - Cap 1


Casi nunca apoyaba sus talones, iba a todos lados de puntillas y decía que existían capas de conciencia en el aire, que le permitían ver mas allá dentro de si mismo si sus ojos se elevaban una cuarta. Odiaba estar sentado si alguien estaba de pie, sentia como si aquella erguida presencia pudiese entrar dentro de él y le estuviese doblegando para que
se agachase aun más, desplazandole asi a una capa inferior dentro de si mismo.


Observaba a los profesores en las aulas con su pupitre elevado sobre el resto, los sacerdotes en su altar, los políticos en el atril, los músicos de culto en fastuosos escenarios, y... hasta las ardillas parecían querer subir a las copas mas altas de los arboles. Dios en el Cielo y Satán en el Infierno. Todo era simbolismo encubierto por aquellos iluminados que una vez había visto delatados en algún documental que decía que querían esclavizar a las masas.


La idea se afianzó.


Dejo de ir a sus clases de Derecho, a la Iglesia, y a todo tipo de eventos donde hubiese desniveles entre las personas. Su vida convulsionó, se quedaba en el centro de las plazas grandes de la ciudad, siempre de pie, sobre una silla y de puntillas. Cuando alguien pasaba fumando le pedía un cigarrillo, y si veía un buen culo o unas buenas tetas les sacaba la lengua como un bebé a punto de babearse. Era feliz. Gobernaba en su trono, y solo se desplazaba a otra plaza de noche cuando ya había poca gente. Si veía una persona mas alta, o un autobús huía de puntillas antes de alguien pudiera controlarle.Desconfiaba de las personas altas. 




Pasaron los meses y enfermó. Ingreso en el hospital tras una llamada de una joven a la que siempre le sacaba la lengua al pasar y que pensó al verlo en el suelo que de alguna manera se lo debía.


Tenia anemia, otitis, y una profunda herida en su nuca, causada por alguna indeterminada patología nerviosa que el mismo había provocado. Tenia las uñas llenas de carne ensangrentada. Era la persona mas destrozada del mundo.


Era joven y se recuperó, y tras su examen medico le diagnosticaron adicionalmente una esquizofrenia paranoide combinada con un trastorno obsesivo-compulsivo. Le ingresaron en el sanatorio "Azotea Interior". Allí le atiborraban con ansiolíticos, sedantes, hipnóticos, anticonvulsionantes, relajantes musculares y neurolépticos...
No le dejaban pensar, era un ser del Reino Fungi, porque si fuese un vegetal tendría al menos 12 horas de luz, en cambio el como un hongo se pudría en aquel sanatorio colapsado por la humedad, paso mas de un mes solo en una habitación blanca, un purgatorio de alucinaciones lo llamaban.


El primer día que lo sacaron conoció a Jorge. Su nuevo compañero de habitación. Era un ex drogadicto con el cerebro fuera de control avezado a desnudarse y defecar en publico.
Les daban la comida con baberos, les bañaban, les ponían una bata blanca y unas zapatillas de calzar por detrás, los sacaban al parque repeinados y oliendo a Nenuco, los sentaban en un banco a tomar el aire y sus miradas estaban vacías, veían el infinito a dos palmos. Ambos parecían la misma persona porque no eran nadie. A veces Jorge le hablaba de alguna chica que se le había escapado y justo al terminar de hablar le pedía un pitillo, pero allí no tenían ni tabaco, y entonces Fran se acordaba de la chica de la llamada a la que le sacaba la lengua. Tras eso ambos volvían a caer en el limbo de la mente.


Balkin

2 comentarios: