Me gustan las palabras, me encanta jugar con ellas, me gustan los dobles sentidos, las parábolas y las metáforas que construyen, no me gustan los rodeos, pero si los adornos, amo el caos pacifista y detesto el orden bélico, tolero a los intolerantes hasta que van mas allá del pensamiento, no me gusta hacer planes porque temo que estos se vean truncados, mi búsqueda es la del placer inmediato porque me parece el mayor riesgo no arriesgar, no comprendo a aquellos que no tienen curiosidad, no entiendo como se puede perder la curiosidad sin perder la vida, no congenio bien con quien no se pregunta nada trascendente por el hecho de no ser práctico, me gusta la intriga, me gustan las causas perdidas, prefiero una verdad dolorosa que una mentira piadosa, no me gusta que me den consejos, trato de evitar problemas con el prójimo pero siempre digo lo que pienso, si me atacan me defiendo, y aun así, siempre y en todo lugar... la única guerra que libro es contra mi mismo.

26 de junio de 2014

El hombre vago y la mujer adinerada.

Si algún día la mujer alcanzase la hegemonía económica, el capitalismo se desmoronaría como un castillo de naipes, pues la competitividad del hombre (sin la que el capitalismo no puede vivir), nace únicamente de la "promesa social" de que podrá acceder a mas o a mejores mujeres en base a un estatus socioeconómico ventajoso, mujeres que necesariamente deben ser mas pobres que el varón que las conquista, puesto que esta conquista se produce gracias a la impresión que en ella causa un poder adquisitivo del varón en cuestión mayor al que ella tiene (da igual que haya muchas mujeres que no se guíen por este patrón de comportamiento materialista, con que el 1% si lo hagan ya son en valor absoluto un numero enorme, y en valor relativo respecto al numero de hombres ricos una proporción suficiente para generar tendencia). 

Si una amplia mayoría de hombres comenzase a ver inalcanzable o indeseable la consecución de esta promesa social (acceder a la mujer a través del poder adquisitivo), inevitablemente su ambición económica y por lo tanto el consumo bajarían drásticamente, lo cual supondría un golpe de gracia a la economía neoliberal.

El hombre que es vago lo es, porque a él, extraña e inusualmente no le importa demasiado el éxito con el sexo femenino, o porque sabe que dadas sus aptitudes innatas no necesita obligatoriamente del efecto del dinero para conseguir dicho éxito.


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