Me gustan las palabras, me encanta jugar con ellas, me gustan los dobles sentidos, las parábolas y las metáforas que construyen, no me gustan los rodeos, pero si los adornos, amo el caos pacifista y detesto el orden bélico, tolero a los intolerantes hasta que van mas allá del pensamiento, no me gusta hacer planes porque temo que estos se vean truncados, mi búsqueda es la del placer inmediato porque me parece el mayor riesgo no arriesgar, no comprendo a aquellos que no tienen curiosidad, no entiendo como se puede perder la curiosidad sin perder la vida, no congenio bien con quien no se pregunta nada trascendente por el hecho de no ser práctico, me gusta la intriga, me gustan las causas perdidas, prefiero una verdad dolorosa que una mentira piadosa, no me gusta que me den consejos, trato de evitar problemas con el prójimo pero siempre digo lo que pienso, si me atacan me defiendo, y aun así, siempre y en todo lugar... la única guerra que libro es contra mi mismo.

7 de agosto de 2014

El falso juego de las sillas

Con nuestra adolescencia comienza el "juego de las sillas", la música del sexo y el amor empieza a sonar, y todos vamos dando vueltas alrededor de las sillas, taburetes, sofás, y bancos de madera qué nos vamos encontrando, nos sentamos un ratito en algunos asientos y en otros nos acomodamos más a largo plazo, en algunos solos y en otros somos varios los qué allí nos sentamos, por turnos o simultaneamente, al principio todos tendemos a sentarnos y levantarnos mucho, a probar nuevos asientos...
Poco a poco va pasando el tiempo y vemos qué cada vez hay mas gente qué se sienta en un asiento y no vuelve a levantarse o tarda mucho en hacerlo (inseguridad, sobrepeso, apatía...), por lo que va habiendo menos rotación de posiciones y van quedando menos asientos libres porque hay poca gente de pié, también empezamos a oir la música a un volumen mas bajo, o simplemente la música que suena es más lenta, por lo que poco a poco y tras un puñado de vueltas al corro de las sillas sin encontrar ningun asiento libre qué merezca la pena, nos entra el pánico, pensamos qué la música se va a parar y nos vamos a quedar de pié para siempre, así qué nos sentamos en el primer taburete qué encontremos libre, aunque esté cojo, sucio o su madera esté podre y podamos caernos, el caso es qué el pánico nos hace sentarnos en cualquier sitio, esto a su vez genera mas pánico en los qué siguen de pié, que ven como la gente a empezado a sentarse en cualquier asiento por incomodo qué sea, lo qué les hace sospechar más y más qué la musica está a punto de pararse, esta manera de actuar supone un coste de oportunidad enorme, pues la realidad es qué mientras nos quedamos sentados en el taburete no nos damos cuenta pero muchos sofás qué estaban ocupados se van quedando libres, y si hubiésemos seguido levantados veríamos qué siempre hay buenos sofás qué se quedan libres una y otra vez, tampoco nos damos cuenta pero siempre hay sofás qué aunque estén ocupados nos dejarán con gusto sentarnos clandestinamente aunque sea por poco tiempo... Y lo más importante, no nos damos cuenta de qué en realidad esto no es el juego de las sillas y que la música cambia de estilo o de volumen, pero nunca se apaga.

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