Me gustan las palabras, me encanta jugar con ellas, me gustan los dobles sentidos, las parábolas y las metáforas que construyen, no me gustan los rodeos, pero si los adornos, amo el caos pacifista y detesto el orden bélico, tolero a los intolerantes hasta que van mas allá del pensamiento, no me gusta hacer planes porque temo que estos se vean truncados, mi búsqueda es la del placer inmediato porque me parece el mayor riesgo no arriesgar, no comprendo a aquellos que no tienen curiosidad, no entiendo como se puede perder la curiosidad sin perder la vida, no congenio bien con quien no se pregunta nada trascendente por el hecho de no ser práctico, me gusta la intriga, me gustan las causas perdidas, prefiero una verdad dolorosa que una mentira piadosa, no me gusta que me den consejos, trato de evitar problemas con el prójimo pero siempre digo lo que pienso, si me atacan me defiendo, y aun así, siempre y en todo lugar... la única guerra que libro es contra mi mismo.

1 de octubre de 2011

El Gorila V

Safe Creative #1110010180285

Normalmente estaba tan seguro de mis capacidades que no conseguía la motivación para hacer nada. Tener que demostrarse algo a uno mismo seria el primer síntoma de inseguridad. Buscaba lo imposible. Lo común era un logro para los débiles, pero no encontraba satisfacción alguna al llevar a cabo algo que
de ante mano ya sabia que podía hacer. Me perdía. Me perdía en mil causas perdidas, porque el propio hecho de que fuesen inviables me hacia luchar contra su naturaleza. Quería cambiar la realidad. 


Siempre buscaba nuevas metas, nunca conseguía centrarme durante el suficiente tiempo en ninguna cuestión, mis estados mentales respecto a todo pasaban por, curiosidad, admiración, análisis, comprensión, satisfacción, y finalmente, abandono y perdida de la ilusión. Así que poco a poco se reducía mi mundo estimulante, era como si lograse pudrir todo aquello por lo que me interesaba. 

Solo persistía mi capricho por lo místico o lo desconocido. 

Contemplar, analizar, entender y despreciar eran procesos que volvían a repetirse. Supongo que era un adicto a la falta de entendimiento y, solo si no lograba superar esa fase volvía embelesado a la fase de contemplación esperando observar algo que me hiciese replantearme mi análisis y posterior comprensión. Eran precisamente esos asuntos los que me hacían permanecer vivo y me fascinaban una y otra vez. 

Por eso me atraían las mujeres. No daba crédito a lo que veía.

Era utópico llegar a entenderlas y por lo tanto elevaba su condición a la categoría de mágica. Precisamente de ese punto brotaba toda excitación sexual, del hecho de volver a presenciar algo que ya se había convertido en común, y que por mas que se repetía una y otra vez volvía a ser percibido como algo desconcertante y milagroso que no podía estar ocurriendo. 

Por eso me atraían las mujeres. No daba crédito a lo que veía. 

Era como si intentasen dejarme traumatizado. 

Una autentica maravilla.

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